En torno a 250 personas se han inscrito en el Congreso nacional de Arquitectura y Cultura del Vino que acaba de dar comienzo en Aranda de Duero. A estas personas que acuden presencialmente se unen aquellas que están optando por verlo a tiempo real gracias a su emisión en directo, a través de la red social de Facebook.
Una cita que se celebra hoy y mañana en la Casa de Cultura, con ponencias de personas especializadas en patrimonio vitivinícola de todo el país. Además de los estudios e investigaciones, seis colectivos o ayuntamientos expondrán sus experiencias de éxito tras la recuperación de sus conjuntos vitivinícolas.
Explica el doctor en Historia Javier Iglesia Berzosa, codirector del congreso junto con el arquitecto Alfredo Sanz Sanza, que “ver la sala llena de gente demuestra que este tema interesa mucho”. Y no sólo a los ribereños, sino también a los de fuera. “Han venido personas de fuera, que se han desplazado hasta aquí para reflexionar sobre estos temas de la arquitectura y cultura del vino”, señala.
El congreso arandino sigue la estela del encuentro de barrios históricos de bodegas que desde hace tres años se viene celebrando en La Rioja. Su próxima edición, la cuarta, tendrá lugar el 17 y 18 de noviembre en Villamediana de Iregua.
Sobre la continuidad del congreso arandino Berzosa aclara que “en principio, es un congreso hecho como parte de las actividades de la celebración de Aranda como Ciudad Europea del Vino”. Sí que reconoce la existencia de comentarios para realizar más ediciones, “pero sólo lo haríamos en cooperación o en colaboración con los riojanos”, advierte.
Un programa variado
La charla protagonizada por la arquitecta María José Yravedra titulada ‘Memoria de la vinificación’ es la que ha arrancado estas jornadas, de alto contenido académico, pero también divulgativo, que tienen como objetivo ampliar el conocimiento sobre los conjuntos del vino que aún existen en España, con el fin de ponerlos en valor y promover su conservación.
A partir de ahí se sucederán las ponencias de los también arquitectos Alfredo Sanz y Félix Jové Sandoval. Y el historiador y etnógrafo Vicente Chueca pondrá el punto y final a la mañana para hablar del Campo de Borja y Moncayo, antes de la visita programada a tres bodegas subterráneas de Aranda.
La tarde estará protagonizada por la exposición de iniciativas colectivas con representantes de la asociación de Amigos de las bodegas y el castillo de San Esteban de Gormaz (Soria), de la comisión de usuarios de las bodegas de Sotillo de la Ribera y del Ayuntamiento de Moradillo de Roa, impulsor del Cotarro de bodegas. Y se hará una visita al barrio de las bodegas de Sotillo de la Ribera.
Ya el viernes, se contará con el antropólogo Luis Vicente Elías Pastor, la arqueóloga Asunción Martínez Valle, el historiador arandino Javier Iglesia, la socióloga Cristina Alcalá y el arqueólogo Jaime Nuño González. Darán a conocer sus proyectos también desde la Asociación de bodegas y cuevas de Dueñas (Palencia), desde la oficina de turismo de Mucientes (Valladolid) y desde la Asociación de Amigos del barrio de bodegas de Quel (La Rioja).
Después de dos años sin celebrarse como se merece volvieron las Fiestas de San Agustín a las calles y a los corazones de los vitenses y visitantes del pueblo burgalés de Linares de La Vid (Burgos) para honrar a su patrono San Agustín, gran santo y padre espiritual.
Juan Manuel de Blas recorrió una veintena de pueblos de la Ribera del Duero recogiendo las anécdotas que se cuentan en torno a un jarro de vino y las ha reunido en un libro.
Juan Manuel de Blas. Foto I.M.L.
Después de un largo día de trabajo, no había mejor plan que acercarse a la puerta de la bodega, donde con un jarro de vino fresco y los amigos y vecinos salían a relucir anécdotas, historias a mitad camino entre la realidad y la leyenda, curiosidades y penas diarias. Una costumbre que ha dejado de ser diaria pero que en la Ribera del Duero todavía se reproduce en esos barrios de bodegas, a la sombra de piedras centenarias que, si hablasen, contarían muchas cosas. Juan Manuel de Blas no ha hablado con esos elementos constructivos, pero sí como muchos ribereños, en casi una veintena de pueblos de la zona, que han compartido con él los relatos que le han servido para su último libro, En la bodega. Contadores... de historias, jugando con esa denominación de la entrada a esas galerías subterráneas.
A lo largo de medio año, se dedicó a visitar distintas localidades con amigos y conocidos para departir con los lugareños como se hacía antaño, a la puerta de la bodega. «Tengo amigos en muchos pueblos e iba con ellos para escuchar estas historias que ha plasmado en el libro, en relatos cortitos, incluyendo algunas personales», especifica Juan Manuel de Blas, que es de Pardilla en sus orígenes y ahora reside en Fuentenebro. Todo, o casi todo, tiene cabida en esta publicación, aunque puso veto a tres temas que no quiso incluir en ella. «No he metido historias ni de exceso de bebida, ni de peleas, ni machistas», enumera con firmeza.
Una postura que justifica en que quería unos textos para «una lectura con una sonrisa», con los que ha vuelto a salir su profesión de maestro de adultos. «Son historias muy graciosas y pueden servir para favorecer el hábito de la lectura, porque son muy cortitas, la más larga ocupa tres páginas, y se pueden leer en cualquier momento», reconoce De Blas, por lo que le han comentado los que ya han tenido el libro en sus manos y porque era la intención con la que puso en papel estas 104 historias «de vino y de la vida».
Hasta uno de esos contadores de bodega llegó, incluso, una noticia de Diario de Burgos, de cuando las matrículas tenían el distintivo provincial. «La noticia hablaba de la cantidad de vehículos que se matriculaban en Burgos pero que se iban a Burriana, porque los vecinos de ese municipio castellonense quería que su matrícula empezase por 'BU'; así que nosotros nos pusimos a buscar qué matrícula empezaba por 'PA', de Pardilla, pero no hubo suerte», relata Juan Manuel de Blas una de las historias del libro, que protagonizó él con unos amigos.
Entre los chascarrillos, chismes y bromas también hay algunos sucesos que podrían haber acabado en tragedia, y que aún se recuerdan en meriendas de amigos en las bodegas, y se cuela el resultado de alguna de las investigaciones sobre la historia de algunas de las localidades que ha recorrido De Blas durante su trabajo de documentación. Un libro que se puede adquirir en Aranda, Roa y Lerma. Sus páginas le darán al lector unos buenos ratos recordando el solaz en la bodega y alguna sonrisa.
La lucha de un grupo de viticultores y bodegueros permitió en 1982 constituir la denominación de origen Ribera del Duero que hoy destaca como "motor económico y social" de Castilla y León.
Foto: Ricardo
El 21 de julio de 1982 la estación de metro El Retiro de Madrid fue testigo de la firma de un documento que marcaría el desarrollo económico de Castilla y León, con la constitución formal de la Denominación de Origen (DO) Ribera del Duero y su Consejo Regulador. El ministro de Agricultura de aquel entonces José Luis Álvarez, el primer secretario de la DO, Javier Villagra, bodegueros y viticultores de la zona asistieron a esta firma que dio pie a una denominación reconocida en el mundo entero por la calidad de sus vinos.
El primer secretario de la DO, Javier Villagra, cuyo trabajo fue clave para lograr la constitución de la denominación, recuerda que era un día de mucho calor en Madrid, lugar donde habían sido convocados por el ministro para aprobar por fin el reglamento de la DO. "El Ministerio quería que esto saliese adelante", apunta Villagra.
Una pocas instantáneas recuerdan la importancia de este momento y el origen de una denominación que, pese a su juventud, ha logrado en pocos años cosechar una gran expansión, alcanzando en la actualidad 307 bodegas. El próximo 21 de julio, la DO celebrará por todo lo alto sus cuatro décadas de historia, con una serie de eventos que tendrán lugar en distintos puntos de la Comunidad Autónoma, entre ellos las localidades burgalesas de Aranda de Duero y Roa, Peñafiel (Valladolid) y San Esteban de Gormaz (Soria).
La necesidad de una DO. "Para interpretar correctamente la necesidad de una denominación de origen hay que analizar los años precedentes y la situación que tenía la zona", señala Villagra para explicar los motivos que llevaron a viticultores y bodegueros a luchar por la creación de una denominación de origen que agrupase bajo un sello de calidad los vinos de la Ribera del Duero. "En términos de estructura económica, el sector agrario en 1950 en la Ribera superaba el 35 por ciento de la población activa. Había mano de obra para cultivar las viñas, vendimiar...etc", recuerda. Sin embargo, esa mano de obra disminuyó tras el desarrollo económico que se produjo en España, pasando del 35 al 10 por ciento de población activa.
Fue entonces, en la década de los 60 cuando comenzaron a surgir las primeras iniciativas de carácter empresarial, pioneras de la futura industria del vino en la comarca, dando paso a una fase de cooperativismo. De esta forma, de la elaboración familiar o en comunidad de vinos para el consumo en pequeñas bodegas localizadas en los municipios de la Ribera, se dio paso a un producto creado con pretensiones comerciales de la mano de las cooperativas.
Sin embargo, tal y como indica Villagra, las cooperativas se encontraban también en una "situación crítica", dado que lograron resolver el problema inicial pero luego "se ahogaron en un estado de inviabilidad económica porque no daban rendimiento a los viticultores que metían allí la uva". En esta situación, bodegueros como Ismael Arroyo (Bodegas Ismael Arroyo), Pablo Peñalba (Bodegas Peñalba López), Víctor Balbás (Bodegas Balbás), Anastasio García (Bodegas García de Aranda) y los responsables de las cooperativas Santa Eulalia, hoy reconvertida en bodega comercial, Rauda, Virgen de la Asunción, San Andrés, San Roque de la Encina y Tierra Aranda, junto con nombres procedentes de la administración como Juan Javier Villagra (técnico de la Sección de Industrias Agrarias) o Francisco Montoya (presidente de la Diputación de Burgos), animaron a que en la zona se trabajase para lograr una denominación de origen. Una idea que cogió más fuerza durante la celebración en 1975 en La Horra de la Semana del Vino de Ribera del Duero. "El objetivo era que se implicaran los técnicos del Ministerio de Agricultura en este proyecto de Denominación de Origen", añadió Villagra.
Algo que finalmente se consiguió y, tras varias negociaciones, se llegó a un acuerdo para crear una DO que albergara a localidades de cuatro provincias (Burgos, Soria, Valladolid y Segovia) unidas por el nexo común del río Duero. En 1978 se realizó la solicitud de creación de una zona de calidad ante el Instituto Nacional de Denominaciones de Origen (INDO) con el respaldo del 98 por ciento de los entonces viticultores de la zona, y al año siguiente se reconoció con carácter provisional la denominación de origen. No fue hasta el 23 de julio de 1980 cuando se constituyó el Consejo Regulador Provisional de la DO y un año después se aprobó la primera contraetiqueta de Ribera del Duero.
"Los primeros años fueron una aventura, una ilusión que poco a poco se fue mejorando", recuerda Pilar Pérez de Albéniz, de Bodegas Peñalba López y esposa de Pablo Peñalba. "Al principio no teníamos muchos recursos, pero ha sido una denominación que en muy pocos años ha crecido mucho. Eso se debe a la calidad de los vinos", defiende por su parte Ramón Arroyo, hijo del fundador de Bodegas Ismael Arroyo.
"Se estaba empezando a vislumbrar que había que modernizar todo lo que conocíamos en Ribera dentro del panorama del vino. Si no se hubiese hecho, probablemente lo que hoy conocemos como Ribera no existiese", apunta Juan José Balbás, hijo de Víctor Balbás.
Coincide en esta opinión el actual presidente de la Denominación de Origen, Enrique Pascual, que, echando la vista atrás y haciendo balance de estos 40 años, considera que la DO ha enseñado a las bodegas y a los viticultores a "trabajar juntos, con una única visión, la de la calidad", así como con un objetivo común: "elaborar grandes vinos". Un año después de su constitución, se calificó la primera añada de la DO, con el resultado de "muy buena", y mañana, lunes 9 de mayo, diez prescriptores de prestigio calificarán la añada de 2021,
Gran futuro por delante. "Ribera del Duero tiene un gran futuro por delante, auguro siglos de prosperidad", asegura Pascual, convencido de que cuentan con "grandes profesionales" y además las nuevas generaciones "vienen pisando fuerte y con las ideas muy claras". Algo similar afirma Juan José Balbás que indica que "lo bonito del vino es que tenga una evolución".
"El perfil de nuestros vinos es muy universal. Estoy convencido de que tendrá un gran futuro porque el microclima de la Ribera es especial. Es la reina de las variedades y donde está la calidad de nuestros vinos", valoró desde su experiencia Villagra.
Los vecinos de Fuentecén se vuelcan en la recopilación de palabras, curiosidades y refranes relacionados con el vino y los lagares, una parte fundamental de su patrimonio cultural inmaterial que estudia la Universidad Rey Juan Carlos.