lunes, 17 de diciembre de 2018

Peñaranda se erige como ‘El pueblo más bello de Castilla y León’.

El municipio ribereño triunfa en el concurso de RTVCyL en la categoría de hasta 1.000 habitantes.

Peñaranda de Duero es ‘El pueblo más bello de Castilla y León 2018’ de entre los que poseen un censo igual o inferior a 1.000 habitantes. Así lo determinó ayer Castilla y León Televisión, que también premió a Villalón de Campos (Valladolid) en el apartado de entre un millar y 10.000 vecinos. La entrega de galardones tuvo lugar ayer en el Auditorio Feria de Valladolid. Allí, precisamente, los ganadores supieron que han recibido más de 20.000 votos por parte de los espectadores de la cadena autonómica. Al concurso de este año se presentaron, nada más y nada menos, que 113 pueblos.
Entre los nueve municipios finalistas en cada categoría, Peñaranda de Duero se llevó al público de calle con el 31,68% de los votos, mientras que Villalón obtuvo un 23,21%. Cabe recordar que la fase final de las votaciones para el concurso, en la web www.elpueblomásbello.es, se inició el pasado 26 de septiembre.
Junto con Peñaranda de Duero los pueblos que competían por el premio final en la categoría de hasta 1.000 habitantes eran Brañosera (Palencia), Fuentidueña (Segovia), Molinaseca (León), Montemayor del Río (Salamanca), San Bartolomé de Pinares (Ávila), Trigueros del Valle (Valladolid), Ventosa de San Pedro (Soria) y Villardeciervos (Zamora).
Junto a Villalón de Campos lucharon por ser ‘El pueblo más bello de Castilla y León 2018, en la modalidad de entre 1.000 y 10.000 habitantes, Almazán (Soria), Cacabelos (León), Cuéllar (Segovia), El Barco de Ávila (Ávila), Fermoselle (Zamora), Ledesma (Salamanca), Paredes de Nava (Palencia) y Villadiego.
A la gala, a la que asistieron, 600 invitados, acudieron representantes del ámbito institucional de los distintos municipios. Presentada por Miriam García y Javier Mardones, con Cristina Gómez tomando al pulso a los ánimos de los 18 pueblos finalistas desde el patio de butacas, ha contado con la actuación del Coro Góspel Good News.
Los alcaldes de los pueblos ganadores en 2017, Salduero (Soria) y Villafranca del Bierzo (León), se sumaron a la ceremonia cediendo el testigo a los municipios ganadores de este año destacando lo beneficioso que resulta un galardón que les ha dado más visibilidad, reconocimiento y prestigio.
A través de esta iniciativa, que tendrá continuidad en una tercera edición, RTVCyL busca el pueblo más bello de la región por su patrimonio, el cuidado de sus calles, fachadas y ornamentos, con el objetivo de difundir el conocimiento y los valores socioculturales del medio rural.

martes, 11 de diciembre de 2018

Un menú para "dar la campanada".

Con el programa Aquí la Tierra de RTVE disfruta de la gastronomía en el restaurante de El Lagar de Isilla en La Vid (Burgos). 


viernes, 7 de diciembre de 2018

Una religiosa de Santa Cruz de la Salceda (Burgos), nueva beata.

La religiosa burgalesa Caridad Álvarez, asesinada en Argel en 1994, beatificada el 8 de diciembre de 2018.

La misionera, nacida en Santa Cruz de la Salceda, fue abatida a tiros junto a otra hermana agustina misionera, Esther Paniagua, cuando acudía a misa en Argel.
Dos agustinas misioneras españolas, una de ellas burgalesa y la otra leonesa, serán beatificadas el próximo sábado en la Basílica de Santa Cruz de Orán junto con otros 17 mártires asesinados en Argelia entre 1994 y 1996, entre ellos el que fuera obispo de dicha diócesis, Pierre Claverie. Se trata de Caridad Álvarez Martín, natural de Santa Cruz de la Salceda, y Esther Paniagua Alonso, de Izagre (León),  que fueron abatidas a tiros en 1994 cuando se dirigían a misa.

La oleada de violencia que se desató en los 90 en Argelia, y que afectó principalmente a los religiosos misioneros, fue tan extrema que el obispo de Argel, Henri Teissier, recomendó a las comunidades religiosas que se plantearan su marcha. La hermana María Jesús Rodríguez, entonces superiora provincial de las Agustinas Misioneras, viajó hasta Argel para discernir con la comunidad sobre su futuro. Tras unos días de reflexión, las tres integrantes de la comunidad decidieron libremente continuar en Argelia «por fidelidad al Evangelio, por amor al pueblo argelino que les había acogido, porque ellas estaban compartiendo fe y vida con ese pueblo y no querían huir sino correr su misma suerte», según explica la religiosa, que vivió directamente el martirio de Caridad y Esther.

La propia hermana María Jesús vivió directamente el martirio de Caridad y Esther. En la tarde del 23 de octubre acudieron a misa a la capilla de las Hermanitas de Foucauld, a pocos metros de la casa de las Agustinas Misioneras. El trayecto lo hicieron en parejas, tal como les había recomendado la embajada. Por delante salieron Caridad y Esther y tras ellas la superiora provincial y Lourdes, la tercera hermana de la comunidad. «Caridad y Esther torcieron la calle y las perdimos de vista. En ese momento sonaron dos disparos. Instantes después la gente comenzó a correr y una señora nos metió en su casa. Oímos llorar y supimos que un cristiano había muerto. Subimos al tejado de la casa, desde donde se veía la capilla de las Hermanas de Foucauld y vimos los cuerpos de Cari y Esther tirados en el suelo», relata.

Caridad, más conocida como Cari, nació en el pueblo burgalés de Santa Cruz de la Salceda el 9 de mayo de 1933 y era la penúltima de doce hijos. Ingresó en la congregación de las Agustinas Misioneras en el año 1955 e hizo su profesión temporal el 26 de abril de 1957. Pronto fue destinada a Argelia. Emitió los votos perpetuos el 3 de mayo de 1960. Su delicada salud le hizo retornar a España un tiempo, pero una vez recuperada regresó al país africano, donde se dedicó a la acogida de todos los que llegaban a la casa, tenía a punto todo cuando las hermanas regresaban del trabajo, dedicaba parte de su tiempo a atender a los niños que iban a estudiar a la casa y por las tardes preparaba un té que servía a un grupo de ancianos cristianos y musulmanes que acudían al hogar del anciano, según cuentan sus compañeras.

La religiosa se sabía amenazada de muerte, pero con una firme vocación, y enamorada de la misión, no dudó un instante en permanecer al lado del pueblo que le había acogido y al que amaba profundamente: «Estoy abierta y obediente a lo que Dios quiera de mí, y a lo que vean mis superiores». «María estuvo abierta al querer de Dios, quizá le costó. Deseo estar en esa actitud frente a Dios en los momentos actuales». Sus palabras, llenas de lucidez e intuición, revelan su honda vivencia espiritual.
Fuente: Archiburgos. Más info

domingo, 2 de diciembre de 2018

Descansar en el monasterio de La Vid: «Una terapia infalible»

El presentador Quico Taronjí es uno de tantos que se retiran al monasterio de La Vid para preparar sus programas o escribir sus libros. Muchos van a las hospederías en busca de un viaje interior.

Quico Taronjí es un rostro popular en la televisión. Periodista, pero también capitán de barco y un gran aventurero, ha protagonizado programas como Capitán Q (con ese apodo le conocen muchos telespectadores) y actualmente conduce cada domingo el espacio Aquí la Tierra, en TVE.  [aquí, su página web]. Lo que no es tan conocido es que varios de sus proyectos laborales y de navegación han madurado en sus sucesivas estancias en el monasterio ribereño de La Vid.

Su primer contacto con el monasterio fue cuando tenía 6 o 7 años: acudía con los Agustinos de su Santander natal a campamentos de verano. Muchos años después, durante uno de sus continuos trayectos entre Madrid y Cantabria, a la altura de Aranda vio el desvío, le vino a la cabeza el lugar y decidió acercarse hasta el cenobio. «Era ya de noche, estaba todo apagado, pero el cielo estaba muy estrellado, era impresionante. Un monje paseaba por allí y entablé conversación con él. Me comentó que tenían hospedería y que eran muchos los que se alojaban para rematar su máster de fin de carrera, para aislarse del exterior, trabajar en algún proyecto…»

«Ya en Madrid sentí que necesitaba alejarme de aquella vida vertiginosa, necesitaba campo, contacto con la naturaleza, mirar hacia dentro», recuerda. Y se aventuró a pasar una semana o diez días en La Vid, para dar forma a un proyecto de navegación que se traía entre manos: sabía que la disciplina del monasterio le iba a ser de gran ayuda. «¡Qué bien se aprovecha allí el día! Me levantaba a las 7, salía a correr por la ribera del río, ducha, desayuno y a las 10 ya estaba trabajando. Como se come prontito, a las 2, a las 3 y media ya estaba otra vez estudiando en mi habitación, hasta las 9, la hora de la cena».

Después de aquella experiencia vinieron otras muchas (unas siete u ocho). Su relación con los monjes era muy estrecha, y en su segunda estancia, Quico, que no solo es un gran amante de la naturaleza, también lo es de la historia y del arte, pidió un libro sobre el monasterio. Tanto se empapó, que incluso hizo de guía a algún grupo de turistas, se buscó un cámara para grabar un DVD sobre la visita a La Vid y se lo regaló a los religiosos, para su venta al público.

«Monólogo interior»

También participaba en la eucaristía y en algunos oficios religiosos y recuerda especialmente una Semana Santa, en la que él fue el encargado de leer las reflexiones en cada una de las estaciones del Via Crucis. Pero los momentos más intensos para él «desde el punto de vista metafísico» fueron sus visitas a la capilla a horas intempestivas, a las 12:30, la 1 de la mañana, incluso más tarde. Le impresionaba la belleza del recinto, puro gótico, y especialmente la profunda mirada de la Virgen de la Vid. En esos ratos establecía un «monólogo interior, y a veces no tan interior, reflexionaba en voz alta, en esa soledad llegué a experimentar momentos de conexión muy importantes», asegura.

El monasterio de La Vid ya está indefectiblemente unido a la vida de Quico. Allí escribió las últimas páginas de Aislado, un libro en el que narra su intento de  llegar desde Algeciras a Estambul en solitario, a bordo de un trimarán, y que terminó en naufragio en las costas de Túnez. El periodista vio la muerte muy de cerca, tanto en el trayecto como en el desenlace final, otra experiencia muy fuerte de la presencia divina. «Es curioso: en el monasterio, en el claustro, en la capilla, se experimenta de otra manera. En La Vid yo miraba hacia arriba, buscaba a Dios arriba… En el barco, sentía constantemente una presencia a mi lado, velando por mí, y en los momentos más duros, los del naufragio, de una manera mucho más exagerada».

Quico, que reconoce que una sola vez se ha refugiado en el recogimiento del monasterio «por el puro placer de desconectar, de reflexionar», asegura que volverá a hacerlo (está barajando buscar otro alternativo mientras duren las obras en La Vid, que mantiene temporalmente la hospedería cerrada), y les ha recomendado a muchas personas de su entorno vivir la experiencia: «Es una terapia infalible», asegura.
Fuente: Archiburgos.