sábado, 24 de mayo de 2008

De ruta: Monasterio de la Vid, el corazón de la Ribera

Leemos en Diario Digital este interesante artículo sobre el Monasterio de la Vid escrito por Enrique del Rivero. Sábado, 24 de mayo de 2008.
Hacia 1140, Domingo Gómez de Campdespina, noble que había tomado los hábitos de la francesa orden de los premostratenses, fundó la abadía de Santa María de Monte Sacro. Pocos años después el monasterio se trasladó a un cercano paraje situado junto al boscoso curso del Duero. Aunque no están claras las razones de esta repentina mudanza, la leyenda la justifica por tratarse del lugar donde Alfonso VII se había encontrado, durante una cacería, la imagen de una Virgen posada milagrosamente sobre una viña. Lo que sí que es cierto es que el propio monarca castellano dotó convenientemente al monasterio de Santa María de La Vid para su desarrollo artístico y su rápida expansión territorial y feudal por la comarca. En esa primera época se levantaron una iglesia y un claustro románicos de los que sólo han sobrevivido algunas bellas arcadas del acceso a la sala capitular. En 1288, con el apoyo de Sancho IV, se amplía el monasterio con la sustitución de la iglesia por otra más moderna de estilo gótico. De esos mismos años procede la talla, en piedra policromada, de la Virgen de La Vid que preside la iglesia.Pero la más importante transformación del monasterio se acometió a comienzos del siglo XVI con la llegada de un singular abad: Íñigo López de Mendoza, arzobispo de Burgos, cardenal y, sobre todo, hermano de los condes de Miranda. Esta poderosa familia, radicada en Peñaranda de Duero, también quiso dejar la huella de su mecenazgo en La Vid. Con la intención de convertir la abadía en su panteón familiar financiaron la ejecución de distintas obras. Además de construir un nuevo claustro procesional, la actuación principal se centró en la cabecera de la iglesia, donde levantaron, a partir de 1522, una magnífica capilla mayor. De planta ochavada y cúpula estrellada sobre trompas, destaca por sus gigantescas dimensiones, la armonía de sus formas arquitectónicas y el refinamiento de sus variados motivos escultóricos platerescos y renacentistas. El monasterio, regido hoy por agustinos, guarda otros muchos tesoros artísticos, como el retablo renacentista de la capilla mayor. También son reseñables la escalera real, la sala capitular, la sacristía, el coro, la biblioteca y la elevada espadaña de la iglesia.
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