lunes, 25 de septiembre de 2017

El tesoro de La Vid

Mariapi Melvairë, guía del Monasterio
Me llamo María Pilar. Tengo 28 años y soy de Valencia. Estudié ingeniería agrícola, enología, cocina, costura… Pero en realidad soy una enamorada del arte y la belleza. He tenido la inmensa suerte de formar parte del equipo de guías voluntarios del Monasterio de Santa María de la Vid. “La estética es una proyección de la espiritualidad” me decía uno de los padres agustinos en una de las tantas conversaciones maravillosas que allí tienen lugar. Esta frase me hizo reflexionar, pues definía a la perfección lo que yo he sentido entre esos muros. Pero no podía quedarme con lo que yo sentía o recibía… ¡tenía que compartirlo con los visitantes! Y ese ha sido mi mayor regalo: descubrir la alegría de dar. Nuestro Padre del cielo nos colma de bienes físicos y espirituales, quizás los más sutiles de descubrir, y sin embargo los que nos hacen sentir mayor plenitud y agradecimiento. Pero nos pide que lo que se nos ha dado de manera gratuita y con tanto amor, dé su fruto y sea compartido con todo el mundo. 

Yo he recibido en este lugar mucho más de lo que hubiese imaginado. Con la comunidad, me he sentido acogida y querida. Me han enseñado anécdotas con mucho cariño para poderlas transmitir en las guías. Han compartido su sabiduría y su alegría conmigo. Por otro lado sus labores en silencio y los momentos de oración, también son una experiencia llena de aprendizajes. También la gente hospedada y la convivencia han sido muy enriquecedoras. Todo ello, junto con el entorno artístico, cultural y de bella naturaleza, se ensambla en el corazón. De un modo sobrenatural las guías se convierten en un transmitir fluido más allá de los datos técnicos, cronológicos o artísticos (los cuales, a su vez, sirven de vital apoyo e hilo conductor). Los visitantes, que ya vienen con buenas disposiciones, salen contentos y agradecidos, lo cual es muy motivador. Pero me ha llegado a ocurrir que ellos mismos cuentan cosas fascinantes, datos históricos que ellos o sus familias han vivido en el monasterio o en relación al mismo. Algunos de ellos conocen el monasterio y vuelven como si un poder de atracción les llevara de nuevo a alimentar el espíritu y los sentidos. Otros quedan sorprendidos y asombrados ante tal descubrimiento. Y también los hay que vienen como de paso, pero salen meditando. Y no es de extrañar, pues el Monasterio de Santa María de la Vid tiene un “algo” que no deja a ningún alma indiferente. 

Después de todo, si Dios quiere, volveré a repetir este precioso tesoro de las guías de la Vid.  

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